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Antecedentes

El municipio de Cali cuenta con muy pocas investigaciones arqueológicas sistemáticas en su jurisdicción, a excepción de las efectuadas por el arqueólogo James Ford en la década de los 40 (Ford, 1944) y por Julio Cesar Cubillos en la Suela Plana del Valle del Cauca en la década de los 80 (Cubillos, 1984). Estas dos investigaciones sentaron las bases de la arqueología regional para zonas diferentes a Calima, hacia las cuales, hasta hace quince años se focalizaron todos los esfuerzos investigativos. 

Las investigaciones de Ford centradas en el estudio de patrones de enterramiento y asentamiento, permitieron establecer tres complejos culturales para la región: Complejo del río Pichindé, ubicado al occidente de Cali sobre la cordillera Occidental; Complejo río Bolo en el sector cordillerano de Palmira y Pradera y el Complejo Quebrada Seca, en las estribaciones occidentales de la cordillera Central. En el valle geográfico del río Cauca, el investigador no registró ningún tipo de yacimiento (Ford, 1944) [1]. 
 
Durante muchos años el paradigma de investigación arqueológica aplicado para el valle geográfico del río Cauca fue el que propuso el investigador norteamericano Ford, quien pensaba que las ocupaciones y evidencias prehispánicas se centraban exclusivamente en las zonas altas como las cordilleras Central y Occidental, ya que por su condición anegadiza, el valle no era propicio para el asentamiento humano (Ford 1944); debido a ello, algunos investigadores extrapolaron clasificaciones y tipologías culturales de las regiones montañosas para el valle geográfico (Cubillos, 1984), discurso aún vigente en las problemáticas arqueológicas. 
 
Estos paradigmas retrasaron el desarrollo de la arqueología regional en el valle geográfico del río Cauca y las investigaciones científicas se concentraron en su gran mayoría en la región Calima, ignorando casi por completo la parte plana (Molina 2009), paradójicamente descrita en detalles por cronistas y aventureros. 
 
Desde la década de los cincuenta, hasta la de los ochenta, no se adelantó ninguna investigación arqueológica en el valle geográfico del río Cauca, sector centro sur. Se creía erróneamente, que el valle había sido inundado permanentemente en la época prehispánica y que por ende, era imposible que en estas condiciones se asentaran grupos humanos en él. 
 
La década de los 80 se caracterizó por el desarrollo de trabajos arqueológicos puntuales continuando con la etapa exploratoria del valle geográfico del río Cauca, los objetivos de las mismas fueron básicamente la contextualización de hallazgos arqueológicos aislados tomando como base la construcción socio-cultural prehispánica para ese entonces medianamente esbozada para Calima. Sin duda el proyecto que marcó la pauta por sus objetivos y metodología fue el desarrollado entre 1980 y 1983 por el arqueólogo Julio Cesar Cubillos, Las investigaciones se desarrollaron en la margen izquierda del río Cauca, al noreste del municipio de Jamundí (Hacienda Sachamate) de donde se deriva el nombre del Complejo. Las evidencias arqueológicas están representadas por materiales cerámicos entre los que se destacan formas de platos, cuencos y ollas subglobulares de pasta fina y burda e instrumentos líticos como: pulidores, golpeadores y metates elaborados en basaltos, cuarzo y granito. El patrón de asentamiento registrado es nucleado simple y se ubican generalmente cerca de los ríos. La cronología del sitio se encuentra en el rango del siglo XII D.C. (1170±60 D.C.) y el siglo XIII (1212±50 D.C.) (Cubillos, 1984). 
 
El mismo investigador identifica otros siete sitios arqueológicos pertenecientes al Complejo Tinajas en el sector sur del valle geográfico del río Cauca, sobre sus dos márgenes. El límite probable entre estos grupos es el río Cali, la frontera occidental las estribaciones de la cordillera Central y los límites sur aún faltan por establecerse. Las excavaciones arrojaron material cerámico representado por platos, cuencos, volantes de huso y estatuillas, con técnicas decorativas como incisiones, impresiones y aplicaciones además de instrumentos líticos. Cronológicamente estos grupos son contemporáneos con los del Complejo Sachamate o aún un poco posterior a él, probablemente entre los siglos XIV y XVI D.C (Ibid) [2].
 
Posteriores estudios corresponden básicamente a hallazgos aislados o a programas de arqueología preventiva, que no han superado la fase exploratoria de esta región y aportan poca información de la época prehispánica y que decir de la arqueología histórica ya que solo hasta ahora se empiezan a abordar retos en cuanto a los períodos colonial y republicano [3] respectivamente. 
 
En las décadas de los 80 y 90, escasas investigaciones arqueológicas fueron adelantadas en el valle geográfico del río Cauca y sus áreas de influencia. La primera de ellas se llevó a cabo en 1986 por parte de la antropóloga Olga Osorio, quien realizó una prospección arqueológica en la cuenca del río Pance –alto y medio-, municipio de Cali. Allí identificó plataformas habitacionales, en las cuales se adelantaron excavaciones parciales mediante trincheras en sitios de habitación, las cuales arrojaron material cultural relacionado con el Complejo Quebrada Seca (Osorio, 1986). 
 
Desde mediados de la década de los ochenta en el Valle del Cauca, al igual que en el resto del país, adquieren importancia los estudios de arqueología por contrato generalmente relacionados con acciones preventivas para evitar el deterioro o pérdida de contextos fúnebres. 
 
Debido a procesos de expansión de la ciudad de Cali en la década de los 1990, se llevaron a cabo algunos rescates arqueológicos al sur del municipio, en las zonas de Pance y Ciudad Jardín. 
 
El primero de ellos fue referenciado por el investigador Fabio Rey en el barrio Ciudad Jardín (Avenida del Lago, Casa 62), como parte de los estudios del proyecto arqueológico plan nacional de gas natural gasoducto de occidente Mariquita-Yumbo. Rey realizó un registro de dos tumbas de pozo profundo con cámara lateral y escalones en el pozo. Las cámaras se caracterizaron por estructuras que simulan viviendas, al interior de las cuales se depositaron varios cuerpos. No se reportó presencia de ajuar. El investigador asocia el sitio como del período tardío sin mayores especificaciones. (Rey, 1995). 
 
La investigadora del INCIVA, Sonia Blanco reseñó en el año 1996 un reducto de cementerio prehispánico localizado en el barrio Ciudad Jardín al sur de Cali. Las tumbas excavadas corresponden a la modalidad de pozo cuadrado con cámara lateral ovalada o semielíptica, en el interior de las cuales se realizaron entierros múltiples primarios y se representaron estructuras y formas de viviendas (Blanco, 1996). En total se registraron seis tumbas pero solo fue excavada una de ellas (tumba 6), en ella se encontró un entierro múltiple de 8 cuerpos desarticulados, en posición este-oeste, correspondientes a adultos y niños, los cuales estaban cubiertos por una manta calcinada; fueron acompañados con fragmentos cerámicos, cuentas de collar elaboradas en hueso de animal, algunos líticos y una nariguera anular en oro. Estos hallazgos se relacionan con el Complejo Quebrada Seca, con una datación relativa posiblemente entre los siglos XII y XVI (Blanco, 1996 a; Blanco, 1996 b). 
 
Entre 1997 y 1998, a raíz de la expansión urbanística de la Universidad del Valle, sede Meléndez (construcción de una vía interna, del edificio de la Facultad de Artes Integradas y los respectivos parqueaderos), el investigador Carlos Armando Rodríguez, director del museo Arqueológico “Julio Cesar Cubillos”, adelantó un programa de excavaciones en sitios arqueológicos relacionados con la por él denominada Tradición Bolo-Quebrada Seca, estos yacimientos posiblemente ubicados cronológicamente entre los siglos IX y XVII. Los yacimientos excavados corresponden a entierros rituales y pisos de habitación y/o basureros (Rodríguez, et al. 2000). 
 
En la zona de expansión urbanística de Cali, en las dos últimas décadas, se ha posibilitado el desarrollo de estudios de Arqueología Preventiva realizados en el valle geográfico del río Cauca en el marco de proyectos de infraestructura, los cuales permiten inferior una escasa evidencia de elementos arqueológicos.
 
En este sentido la investigadora, Sonia Blanco (1998), llevó a cabo una prospección arqueológica en la Hacienda El Castillo, localizada bordeando el río Jamundí, sin lograr identificar yacimientos arqueológicos estratificados (Blanco, 1998).
 
Poco tiempo después y también en la Calle de La Escopeta, casa 14, muy cerca de las excavaciones realizadas por Blanco en la calle de La Escopeta, personal del Museo Arqueológico Julio Cesar Cubillos y la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Valle, realizaron excavaciones de tumbas de pozo con cámara lateral en cuyo interior se evidenció la reproducción de viviendas prehispánicas (Rodríguez, et al. 2001). En la tumba excavada se recuperó información de un entierro múltiple de 34 individuos, 23 de los cuales eran adultos y 11 niños. Los investigadores relacionan este evento arqueológico con la Tradición Bolo-Quebrada Seca. 
 
Durante la reposición de las redes de alcantarillado del sector de Ciudad Jardín de Cali, se presentaron una serie de denuncias sobre la aparición 11 estructuras funerarias impactadas y tres aún por excavar, estas denuncias derivaron en un estudio realizado en los años 2002 y 2003, por la Universidad del Cauca bajo la dirección del arqueólogo Diógenes Patiño; durante el reconocimiento en campo, solo se pudo identificar un contexto en la cámara de inspección 163, ubicada en el tramo 3, denominado Calle 15 Avenida Peñas Blancas. El reporte habla de la presencia de tumbas que fueron guaqueadas y tapadas nuevamente, más no presenta una descripción de sus características[4].
 
En el 2001, el investigador Diógenes Patiño realiza una prospección y rescate arqueológico en la línea variante Páez a 230kV en los municipios de Jamundí, Puerto Tejada y Santiago de Cali para ISA E.S.P., el estudio se enmarca dentro de la arqueología preventiva. Se encontraron 7878 fragmentos cerámicos y 72 instrumentos en piedra. Las ocupaciones que allí se encontraron corresponden a las ocupaciones tardías de la parte sur del valle del río Cauca; asociadas a la cerámica identificada como Quebrada Seca. Es importante resaltar de este estudio la cercanía de uno de los tramos con el área de estudio de este proyecto entre las torres 49 a 60 en la hacienda Marañón (muy cerca a la hacienda Santa Fe). En el tramo de las torres 49 a 53 aparece el mayor número de materiales culturales, mientras que entre las torres 54 a 60 el material hallado “es relativamente pobre, presentándose una mayor acumulación en los primeros centímetros excavados” (Patiño 2001:259).
 
En el 2006, un grupo de arqueólogos de la Universidad del Valle desarrolla una prospección y unas excavaciones arqueológicas por medio de la aplicación de técnicas geofísicas (geoeléctricas y electrotérmicas) y pedológicas dentro de los predios de la Universidad del Valle sede Meléndez. Allí encontraron 5 sitio arqueológicos pertenecientes a las culturas Bolo-Quebrada Seca (500-1550 d.C.), catalogadas como sociedades cacicales tardías que encontraron los españoles a su llegada a la región en la primera mitad del siglo XVI; 3 de ellos fueron hallazgos fortuitos y los otros dos fueron identificados con las técnicas mencionadas y por medio de prospecciones. Los sitios hallados corresponden a unidades habitacionales y de agricultura donde se hallaron además paleosuelos y suelos enterrados correspondientes con cada una de las ocupaciones de los sitios.
 
En este mismo año el investigador Francisco López llevó a cabo un trabajo de prospección arqueológica  en el sector de Guachinte, con el cual se corrobora el asentamiento de comunidades prehispánicas en zonas que se creían inundables (López, 2006).
 
Desde finales del 2007 y como resultado del convenio interadmnistrativo DAPM- INCIVA 002-2007, se adelantó en el municipio de Cali áreas rural y urbana la identificación, delimitación, intervención, normas y caracterización de las áreas de interés arqueológico identificadas en el artículo 174 del POT. A partir de visitas de reconocimiento arqueológico y mapeos georeferenciados, fue posible caracterizar una amplia dispersión de zonas con potencial arqueológico, que deben ser protegidos por medio de planes de manejo específicos en la medida en que hagan parte de procesos de planificación y desarrollo (ver mapa de potencial arqueológico de Cali). 
 
Fue posible durante las visitas de inspección reconocer nuevos lugares con potencial arqueológico en distintos sectores del municipio, tanto en la parte montañosa como plana, comprobando la amplia distribución y variabilidad de yacimientos arqueológicos en el espacio geográfico del municipio. Los yacimientos se localizan principalmente en las cuencas hidrográficas. Sin descartar ningún sector de Cali con posibilidades de presentar potencialidades arqueológicas, las zonas con más alta densidad de sitios fueron: en la zona urbana, principalmente Ciudad Jardín y en la rural los corregimientos de Pance (bajo y alto), Villa Carmelo, La Castilla y La Buitrera entre otros (INCIVA, 2008) ((ver mapa de potencial arqueológico de Cali).
 
De acuerdo con los antecedentes presentados, es claro que los trabajos arqueológicos realizados en el área urbana de Santiago de Cali, en realidad son escasos, pese a su importancia regional en procesos tales como el de poblamiento prehispánico, intercambios culturales, ubicación estratégica, zona de comercio, entre otras particularidades descritas por cronistas y etnohistoriadores. En virtud de lo expresado se pretende con el Programa de Arqueología Preventiva desarrollado en el marco del proyecto de hundimiento de la Avenida Colombia, contribuir al conocimiento de las dinámicas socio-culturales en los períodos prehispánico, colonial y republicano a través del monitoreo y rescate del patrimonio arqueológico y arquitectónico que fue encontrado debajo de ella.
 
[1] Esta circunstancia motivó a algunos investigadores en las décadas subsiguientes a plantear que el valle geográfico del río Cauca había sido inundado permanentemente en la época prehispánica y que por ende, era imposible que en estas condiciones se asentaran grupos humanos en él. Durante muchos años este fue el paradigma de investigación utilizado por muchos estudiosos que justificaban de esta forma orientar sus estudios hacia zonas cordilleranas. Curiosamente el investigador Ford fue el primero en realizar recorridos por la parte plana cercana al río Cauca ya que pensaba que era factible encontrar vestigios de sociedades antiguas, solo que deberían estar muy profundos, razón por lo cual él no los halló. En la década de los 80 el Investigador Cubillos infirió la ocupación temprana en el Valle (siglo X) por las características formales y decorativas de la cerámica obtenida en Palmaseca, no obstante este paradigma fue completamente desvirtuado por la aparición accidental de Malagana en 1992.
 
[2] Desde los trabajos de Ford en 1944 se sugirió una posible diferenciación temporal entre los complejos Bolo y Quebrada Seca , lo cual fue corroborado por Julio cesar Cubillos en la década de los 80 a través de la seriación cuantitativa de la cerámica. De esta manera y a través del análisis comparativo de los patrones fúnebres así como de los datos radio carbónicos se determinó que el Complejo Bolo fue característico entre el 800 y el 1300 d.C. al igual que Sachamate y Tinajas, mientras que el complejo Quebrada Seca se sitúa cronológicamente unos dos siglos anteriores a la Conquista. Sin embargo investigadores como Carlos Armando Rodríguez (2002) y Diógenes Patiño et al 1998) han optado por unir los dos nombres: Bolo y Quebrada Seca para identificar los sitios tardíos en el valle geográfico del río Cauca, porque consideran que los estilos y decoraciones cerámicas de los yacimientos recientemente investigados combinan características de los dos complejos.
 
[3] Actualmente, el antropólogo Francisco López Cano del ICANH adelanta una investigación arqueológica en la Hacienda Cañas Gordas (siglos XVII a XIX).
 
[4] Informe de campo inédito {s.f}.